Bitácora electoral 35
EQUIPO DE INVESTIGACIÓN CENTROAMERICANA
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Los problemas fundamentales de El Salvador, ¿los saben precisar los dirigentes políticos de este país? Porque por ahí hay que comenzar. En las campañas electorales hay muchas promesas que son mentirosas, puras carnadas, para que la ciudadanía ingenua muerda el anzuelo.
Cuando se revisa el desfile de propósitos que llevan quienes quieren presidir los concejos municipales y quienes quieren ocupar curules en la Asamblea Legislativa, es difícil encontrar una agenda estratégica que permita imaginar que habrá cambios sustantivos. Y esto ha facilitado las cosas a quienes han comprendido que la dimensión electoral, para que sea inefectiva y banal, es necesario convertirla en un juego de suma cero. Solo un bla-bla-bla que va y viene sin mayor provecho.
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¿La construcción de un aeropuerto en el oriente del país es una pieza clave para que El Salvador salga del marasmo? Así como se encuentra el dispositivo productivo del país, pues no. Esa fue una promesa electoral presidencial que perseguía sorprender a incautos. Materializar tal cuestión es un asunto que constituye un mega negocio. Desde las consultorías de exploración y de factibilidad (valoradas en miles y miles de dólares) hasta la construcción (cuyo costo es de muchos millones de dólares) y su manejo operativo. Y eso puede demorar varios años, casi un período presidencial, hasta antes de comenzar a construir. Ahí cerca está el puerto en La Unión que tres gobiernos sucesivos no han podido echar a andar (el presente, con un año y medio parece que va por el mismo camino). ¿Y qué decir del tren del Pacífico? Todos estos elefantes blancos, que al formularse tratan de sustituir a una agenda estratégica, lo que terminan haciendo es desviando la atención de los problemas fundamentales del país.
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Hay quienes piensan que los problemas fundamentales de El Salvador no son tales, que más bien el asunto es establecer una camándula de acciones y proyectos específicos que abarquen la mayor cantidad de tópicos. Y así es como se ofrecen simples medidas como soluciones a los grandes problemas. Con este proceder los escasos recursos estatales se drenan, la voluntad ciudadana se erosiona y el atascamiento económico-social-ambiental se profundiza.
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Los procesos electorales deberían de servir de alto en el camino para examinar realidades, posibilidades y riesgos. En nuestro medio son una carrera loca para aplastar a los adversarios y así quedarse con la cuota que les alcanza con los votos obtenidos. Es ir en pos de un botín.
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El problema del recurso agua, que debería estar en primera línea de cualquier gestión gubernamental y de cualquier Asamblea Legislativa y de todas las alcaldías no se reduce, ni por cerca, a la aprobación de una ley, por muy protectora o garantista que esta sea. Un siglo de dilapidación ambiental, de contaminación descontrolada de aguas superficiales y mantos freáticos, debería implicar un giro radical en la gestión del recurso agua. Lo que se ha venido haciendo es postergando las soluciones. Desacelerando el camino al precipicio, pero sin desviar la ruta.
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El 28 de febrero es muy probable que sean desplazados de la Asamblea Legislativa los partidos políticos tradicionales, pero eso no quiere decir nada. Quienes tomarán el relevo, como fuerza política, además de provenir de esos mismos partidos arcaicos, traen bajo la solapa las mismas prácticas miopes en cuanto a los problemas fundamentales del país. Mucha alharaca y poca intervención decisiva en lo que cuenta.
7-2-2021