Bitácora electoral 12

 

EQUIPO DE INVESTIGACIÓN CENTROAMERICANA

 

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Mario Durán, Suecy Callejas y Ernesto Castro, han sido personajes recurrentes durante algún tiempo, su campaña la hicieron cuando aparecían en la prensa y en las redes anunciando logros en la publicidad del Gobierno, por ejemplo, y en el caso de Ernesto Castro, como asesor jurídico de la Presidencia, estos personajes han surcado escándalos y triunfos, tanto en carne viva como digitalmente. Ahora su campaña ha sido simple, la gente logra identificar sus caras y vincularlas al presidente de la República y su gente de confianza. Sin embargo, dejan tras de sí, un desempeño utilitarista como servidores públicos. Hay quienes dirían que usaron su cargo de trampolín. Habrá que esperar a ver qué tan profundo llegan en la laguna que es la Asamblea Legislativa.

 

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La sociedad salvadoreña, en el par de siglos que lleva de historia unificada, ha tenido de manera constante la rebeldía como nota esencial de su despliegue. Las transformaciones que se han dado han sido siempre violentas. Construir una narrativa del héroe rebelde es lo que hizo Nayib Bukele en el interior del partido que representaba la rebeldía, el FMLN vio entrar y salir de sus filas al que sería el presidente y lo más que lograron en el camino fue la multa que tuvo que pagar Nayib por haber difamado a Eugenio Chicas. Ahora bien, rebeldía no significa capricho, improvisación ni manipulación, aunque a estas alturas de la cultura pop, está claro que cualquiera puede usar el disfraz y ejercer el papel de rebelde. Sin embargo, vale la pena preguntarnos cuáles son los signos más visibles de la rebeldía del presidente y claro está que el Ejecutivo ha desacatado (e invadido) la Asamblea y, aunque no ha ignorado los dictámenes de la Corte Suprema de Justicia, sí ha lanzado ataques en redes para generar descrédito hacia los magistrados. Pero la política es un territorio angosto donde se debe maniobrar con agilidad y su gestión, de momento, en lo que se refiere a aceptación, lo ha logrado, a pesar de haber ido a la ONU y decir que cambiaran su modus operandi al ámbito digital o de haberse tomado una selfie recién dio su discurso de victoria. Eso no es rebeldía, ni siquiera es punk. Solo se trata de un juego de máscaras que ha permitido verter la rebeldía de algunos sectores progresistas y liberales de la sociedad salvadoreña en un ícono al que puedan seguir y apoyar. La lectura apropiada de la iconografía cultural que ha acompañado a la población de El Salvador durante estos últimos siglos es indispensable para elaborar un sistema de propaganda efectivo que alimente el mito que se está forjando. Y es lo que se ha hecho. La rebeldía, en todo caso, anda ahí, donde siempre ha estado, suelta en las calles.

15-1-2021

 

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