La narrativa de Francisco Gavidia

 

ÍTALO LÓPEZ VALLECILLOS

San Salvador, 15 noviembre 1932 – México, D.F., 9 febrero 1986

Con Francisco Gavidia se inicia, en El Salvador, el género difícil, cautivante, llamado cuento. Otros autores, a fines del siglo pasado, intentaron relatos cortos y hasta incipientes e inmaduras novelas, pero no cabe duda que el introductor definitivo es Gavidia, con una clara conciencia del manejo de la prosa y la delineación de personajes, ambientes, situaciones y desarrollo de los temas.

     La amplia cultura clásica de Gavidia, admirador de lo griego y lo latino, y el conocimiento que poseía de las literaturas francesa, portuguesa, italiana, inglesa, alemana y española le condujeron pronto, por eliminación, a los monumentales prados de Dante, Goethe, Bryant, Byron, Mistral, Camoes, Almeida Garret, Roumanille, Verlaine, Balzac, Daudet, Zolá, Valera, Castelar. Lector fervoroso de Víctor Hugo, se dejó influir por él en muchos aspectos. Es Hugo quien le proporciona los secretos del alejandrino francés, y más aún quien le conduce a los sonoros manantiales románticos y a los épicos y ardorosos cantos patrióticos del siglo XIX. Ya naturalmente Martí, Montalvo, Sarmiento y Rodó le habían insuflado el espíritu «americanista», el carácter democrático y anti imperial de Ariel contra Calibán, tan vivo y expresivo en su vasta obra filosófica, histórica y literaria.

     El gran mérito de Gavidia dentro de la literatura salvadoreña, con proyección en las letras hispanoamericanas, es su universalidad. Lejos de acomodarse al lenguaje del terruño, a los modismos rurales y urbanos, escribió en un español correcto, castizo. Los temas que trató nunca perdieron altura, por mucho que los asuntos y personajes pertenezcan al mundo prehispánico, al período de la colonia o al de la independencia centroamericana; personajes fácilmente identificables en la historia de nuestros países. El tema, universalizado por la profundidad narrativa, se manifiesta sobrio en la descripción del paisaje como en el delineamiento de los caracteres psicológicos de los elementos involucrados en el cuento. Con habilidad Gavidia sitúa a los personajes dentro de una determinada clase social y los hace actuar en un marco de tiempo y de espacio que, al lector desprevenido, le parecerá salido de la leyenda o incluso de la propia historia. Y no es así. Gavidia toma los nombres de héroes o de individuos relevantes de la vida centroamericana y los alienta, vigorosos, en la anécdota que él ha inventado, en la trama que él ha tejido con la intención final de crear o recrear la mitología precolombina, captar y reorientar sucesos políticos que «debieron» ocurrir de tal o cual manera en la Colonia o en los momentos de la lucha insurgente antiespañola. Esta visión retrospectiva de la vida salvadoreña es característica fundamental de los breves cuentos de Gavidia, sutil e inteligente en las situaciones, discreto al imponer una idea en las individualidades actuantes. Hay una conciencia nacional, histórica, en este autor que trasciende los barroquismos y el pintoresquismo de muchos de sus contemporáneos.

     Se ha dicho que Gavidia es un clásico-romántico, encerrando en esta connotación su perfección de lenguaje y su fondo emotivo, pasional, vehemente, ardoroso y sensual. Clásico probablemente lo sea por formación y lecturas; y, romántico, «¿quién que es no es romántico?». Lejos de adherirnos a este tipo de clasificaciones, estimamos que Gavidia como narrador se adelanta a muchos escritores del país, no solo en la búsqueda de una identidad «nacional», sino también en la certera ubicación de nuestra literatura en el ámbito ancho y múltiple de lo hispanoamericano, abandonando los intentos de una narrativa local o regional, folklórica, llena de toda clase de idiotismos, arcaísmos o deformaciones del idioma castellano.

     La narrativa de Gavidia, por su temática, puede dividirse en tres grandes núcleos: prehispánico o inspirada en la mitología maya-quiché y pipil; colonial o basada en supuestos sucesos de la vida salvadoreña bajo el imperio español y el sentimental, generalmente situado su desarrollo en época y lugar indeterminados.

     Al primer grupo pertenecen: «La loba» (1913); «El pastor y el rey» (1913); «La vuelta del héroe» (1929); «Nemi» (1930); «El testamento de Kikab» (1930); «Copán, Sagunto de América» (1930); todos en visión retrospectiva, y «El códice maya», de ayer y de ahora, con una aguda penetración de los valores aún no descifrados de la desaparecida civilización mesoamericana. El esplendor tropical sirve de atmósfera, en el contrapunto del investigador extranjero y el superviviente indígena, casi mítico de Quintana Roo; ambos personajes expresan concepciones disímiles del hombre, del mundo, de la civilización y de la cultura, en una sugestiva interioridad de «relato abierto» que hace reflexionar al lector de cualquier latitud.

     Al segundo grupo pertenecen aquellos cuentos de raíz colonial: «El encomendero» (1901); «Agar o la venganza de la esclava» (1913); y el acabado y sugestivo «Cuento del siglo XVIII», que nos recuerda un poco al sarcástico Rabelais.

     Y, finalmente, en el tercer grupo cabe ubicar a «Calístines» (1913), «La tortura» (1930) y «Poema en prosa» (1930).

     La técnica narrativa de Gavidia es simple: describe, pinta y luego crea la atmósfera en que se desarrolla el asunto. Hay siempre una intención, un hilo que conduce al personaje principal a enfrentarse a un hecho, una idea, un problema que tiene necesariamente que resolver en el plano moral o ético. En este aspecto, aun en los relatos extraídos de la tradición nahualista o indigenista, el autor mantiene la trama en un nivel digno, sin caer en lo meramente anecdótico o liviano. La prosa es tersa, limpia, orquestada con adjetivos y resonancias clásicas, en un plano que «universaliza» lo salvadoreño y le da esa dignidad de literatura que puede leerse en cualquier tiempo y lugar, sin perder la originalidad que el auténtico creador busca comunicar.  

     Fuente primigenia de la cultura salvadoreña en filosofía, en historia, en lingüística, en poesía, en teatro, Gavidia, reiteramos, es el iniciador del género narrativo, con anticipación a lo que se ha escrito en el país. Traductor de poemas, cuentos y ensayos, enriqueció su espíritu con las ideas y las motivaciones de varias lenguas modernas. Los Felibres es de una importancia extraordinaria. Enciclopédico, erudito, Gavidia es piedra angular en el proceso literario del país, cualquiera sea el ángulo que se investigue. Lástima grande que su talento se diversificara en tantas disciplinas y que no tuviera, por su propia naturaleza o por la pequeñez del medio social, los estímulos necesarios para proyectar su obra fuera de Centroamérica. El mismo Rubén Darío así lo advierte en su Autobiografía.

     La obra de Gavidia comprende: Versos (1884); Júpiter —drama en cuatro actos— (1895); Conde de San Salvador o el Dios de las Casas (1901); Cuentos y narraciones (1931); Discursos, estudios y conferencias (1941); La princesa Citalá, poema dramático (1944); Cuentos de marinos (1947); Sóteer o Tierra de Preseas, poema (1949); La Torre de Marfil —drama— (s/f).

 

[San Salvador, febrero 1976]

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